Del
griego "sophisma" (artificio, razonamiento capcioso). Se denomina
sofisma a un argumento falaz con el que se pretende defender algo falso y/o
confundir al adversario en el diálogo o discusión. Sofística es
todo pensamiento que se somete a algo distinto de lo que parece verdadero, o
que somete la verdad a algo distinto de ella misma –a la fuerza, el interés, el
deseo, la ideología...-.
El sofista ofrece un espectáculo.
Mejor aun: el mismo era un espectáculo. Al decir que el sofista cobraba por
enseñar, se dice la verdad, pero no toda.
En el siglo V antes de Cristo surgen los sofistas en Grecia, irrumpen en la vida pública con la misma apariencia de los rapsodas y conservando algunas de sus costumbres. Llevan sobre sus hombros el mismo manto de purpura y practican un genero de nomadismo muy parecido a los viejos poetas, pero hay algo distinto, enteramente nuevo, en la conducta de los sofistas. El sofista contrata y cobra sus servicios, y algunos como Gorgias de Leontini llegaron a enriquecerse.
Para entender el éxito del sofista, para explicarse el atractivo que a pesar de cobrar, ejercía en los ánimos de sus oyentes, hay que pensar en lo que de verdad lograba, en la delicia que para el griego era, justamente también a pesar de enseñar. El sofista no solo adoctrinaba. Mirándolo despacio, que es lo que van a hacer Sócrates y Platón, el sofista, en realidad, enseña poco; tal vez en muchos casos, solo a hacer sofismas. Pero eran, por lo visto unos sutiles y encantadores sofismas. Los sofistas eran tenidos por maestros, aunque hay que añadir sin dilación que por unos maestros consumados, auténticos virtuosos de la enseñanza. Era pues el sofista, ante la sociedad, una especie de síntesis del artista y el sabio. En verdad, esta síntesis no va a producirse hasta Platón, que es a la vez un especulativo y un espectáculo. Pero lo fue en círculos íntimos, recoletos, en el libro y la Academia, no en la plaza. Antes que él, los sofistas, ejerciendo a su modo el noble "arte liberal" de la retorica, encantan y seducen a los griegos.
En el siglo V antes de Cristo surgen los sofistas en Grecia, irrumpen en la vida pública con la misma apariencia de los rapsodas y conservando algunas de sus costumbres. Llevan sobre sus hombros el mismo manto de purpura y practican un genero de nomadismo muy parecido a los viejos poetas, pero hay algo distinto, enteramente nuevo, en la conducta de los sofistas. El sofista contrata y cobra sus servicios, y algunos como Gorgias de Leontini llegaron a enriquecerse.
Para entender el éxito del sofista, para explicarse el atractivo que a pesar de cobrar, ejercía en los ánimos de sus oyentes, hay que pensar en lo que de verdad lograba, en la delicia que para el griego era, justamente también a pesar de enseñar. El sofista no solo adoctrinaba. Mirándolo despacio, que es lo que van a hacer Sócrates y Platón, el sofista, en realidad, enseña poco; tal vez en muchos casos, solo a hacer sofismas. Pero eran, por lo visto unos sutiles y encantadores sofismas. Los sofistas eran tenidos por maestros, aunque hay que añadir sin dilación que por unos maestros consumados, auténticos virtuosos de la enseñanza. Era pues el sofista, ante la sociedad, una especie de síntesis del artista y el sabio. En verdad, esta síntesis no va a producirse hasta Platón, que es a la vez un especulativo y un espectáculo. Pero lo fue en círculos íntimos, recoletos, en el libro y la Academia, no en la plaza. Antes que él, los sofistas, ejerciendo a su modo el noble "arte liberal" de la retorica, encantan y seducen a los griegos.
En el caso de la retorica
nos interesa aquí de una manera especial. En ella, efectivamente, vienen a
enlazarse dos especies distintas de contemplación o “theoria”. Por su materia objetiva, por su fondo, la retorica -igual
que la enseñanza- implica siempre una especulación previa, cuyos resultados el
orador expone. Pero, además, por la belleza de la forma, la retorica da lugar
en el oyente, por ella seducido, a una contemplación de tipo estético,
igualmente distinta de toda actividad utilitaria.
Con ambas dimensiones, la
retorica es, pues una especie de saber liberal mixto, que fue, el que a modo de
canon ideal, inspiro siempre los escritos de Platón. Estas dos clases de saber
liberal, principalmente especulativo el uno y primordialmente especular el
otro, que en el caso de la retorica vienen a articularse en una sola y misma realidad.
Esa articulación manifiesta la fundamente al coincidencia existen entre la contemplación
científica y la estética. El gozo diamante de esa doble “theoria” o contemplación acabara por ser en muchos casos la
verdadera oferta del sofista. Poco importa que la intención inicial de sus
oyentes sea la de hacerse con las municiones dialécticas precisas para la lucha
de la democracia. A eso, sin duda iba, tal es sus más concreta intención. El
griego acudía a los sofistas con una intención práctica y una finalidad activa,
llega un momento en que se ve sumido en plena especulación. Prendido en el
encanto de la pura teoría, en la delicia de la contemplación, pierde por un
momento la memoria de su intención primera. Es verdad que se encuentra la teoría
de paso hacia la práctica; pero una vez
en ella no tendrá más remedio que
esforzarse, para luego dejarla y proseguir, al cabo su camino.
Es cierto que lo que el
sofista promete es lo que su discípulo, al principio busca: armas retoricas
para los pleitos de la convivencia; y la verdad es que el sofista rinde a su
cliente el servicio ofrecido.
Se llama sofisma la argumentación falsa, no una
argumentación falsa cualquiera, por la falsedad de las premisas, sino solamente
aquella, que por un cierto defecto lógico un tanto oculto conduce a la falsedad
bajo apariencia de verdad.
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