20 mayo 2008

Proyecciones habitables, o cómo solíamos imaginar el futuro

De la obra de Emiliano López vale afirmar que debería leerse como una figura compleja, compuesta por elementos diferentes que pueden analizarse por separado o integrarse en diferentes constelaciones; el artista, nacido en 1975 , que supo estudiar con Alejandro Puente y de Gyula Kosice, ha desarrollado una obra que puede decirse "modular" no sólo en el modo de construcción de cada pieza, sino también en su relato intrínseco como conjunto de trabajos, en su evolución expansiva y articulada a lo largo del tiempo. Parado con afán investigativo frente a la tradición del arte concreto argentino e internacional, López se propuso repensar desde sus cimientos las posibilidades de reutilización actual de una sección imprescindible del acervo modernista, como es la abstracción geométrica, haciendo base especialmente en su proyección histórica local y regional. Desde sus trabajos iniciales, emprendió una revisión a contrapelo de la tradición concreta, abriéndose a nuevas posibilidades expresivas a medida que su permanente análisis de recursos y fuentes iba ampliando sus horizontes y adquiriendo carácter. Esto redundó en una obra fuertemente concatenada, que la presente exhibición intenta desplegar en toda su modularidad, a partir de la integración en el espacio de un conjunto de series diferenciadas parcialmente: las pinturas sobre tela, preocupadas por la indagación de la multidimensionalidad del espacio perceptual; las obras volumétricas sobre madera, estructuradas sobre un dispositivo cromático firme, auténticamente constructivo, que se bifurca en dos soluciones simétricas: los vinilos (comprometidos con la impronta arquitectónica y habitacional del constructivismo) y las pinturas-objeto, en los cuales la volumetría se disocia por completo del marco exhibitivo bidimensional y adquiere los contornos de una unidad pictórica facetada, plausible de soportar distintas posiciones y de ser apreciada desde múltiples perspectivas. Una primera enseñanza de la organización serial de los trabajos, así considerada, es que el espacio, en sus leyes y en su estructura, se subordina enteramente a la forma y a la función.
El énfasis en la indagación formal, en López, adquiere los contornos de una investigación profunda sobre recursos constructivos y problemas estéticos y culturales procedentes del acervo modernista. Por eso, al examinar --con amplitud, aunque sin eclecticismo-- distintos caminos históricos, obras y referentes, su trabajo es capaz de invocar iconografías y emblemas que trascienden el marco estricto de las artes visuales, produciendo cierta gravitación referencial y emotiva: López propone así una edición integral de las implicancias sociales y vitales que tuvo la modernidad, al hacer hincapié sutilmente en esferas del quehacer humano tan vastas y tan cercanas entre sí como el dibujo industrial, la arquitectura y el diseño de interiores, la iconografía característica de la ciencia ficción y de los orígenes de la industria tecnológica contemporánea, en frases visuales o segmentos icónicos asentados en la memoria visual del espectador como un conglomerado de fórmulas conflictivas, utópicamente proyectadas hacia el porvenir y condicionadas, a la vez, por una tradición que reconocemos como pretérita: una época en la que los hombres todavía se permitían imaginar y anhelar el futuro. Esta pregnancia de la historia visual de las formas técnicas no es fortuita, y pone en evidencia una trama de lecturas y estudios de parte del artista (ver p. xx) cuya manifestación en las obras es marcadamente sensible: el futuro en tiempo pasado que conjuga López en su acercamiento al legado problemático de la abstracción geométrica pone en escena un conflicto, al proyectar sobre el espectador la utopía que ansiaba el movimiento moderno: un futuro posible que, en verdad, nunca pudo ser realizado y que, en el universo que revelan estas obras, más que exhausto luce deshabitado. En este punto, hay cierto rol que las pinturas reservan al espectador, y es el de reconocer su propia posición temporal frente a los íconos del futuro. La significación emotiva del vocabulario visual que recupera López cambia de signo en esta elaboración perceptiva de una modernidad fantasmal: los espacios vacíos de la proyección utópica parecen cargados de recuerdos, como una casa vacía o una nave espacial abandonada. Y la comunicación con el espectador se produce en sua memoria, exigiendo un trabajo introspectivo y necesario: no sólo el de apreciar las formas, sino también el de encontrar en los propios recuerdos el ansia y la vocación por imaginar, pensar y construir el futuro.

Claudio Iglesias 2008

No hay comentarios: